"El mono", más cerca de la comedia que del terror

hace 1 day 5
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Escrita y dirigida por Oz Perkins

Enésima adaptación de un texto de Stephen King, la película toma el conocido tópico del muñeco maldito para una cabalgata de muertes absurdas.

El Mono - 6 puntos

(The Monkey / Estados Unidos, 2025)

Dirección: Oz Perkins

Guion: Oz Perkins, sobre una historia de Stephen King

Duración: 107 minutos

Intérpretes: Theo James, Elijah Wood, Tatiana Maslany y Christian Convery

Estreno en salas.

La cartelera de febrero no es patrimonio exclusivo de las nominadas al Oscar. A las  aspirantes al máximo reconocimiento de la Academia de Hollywood se suman dos películas protagonizadas por monos y muy distintas entre sí. No, no son infantiles o de aventuras, ni tampoco para un público familiar. Una se llama Better Man y es la biopic de Robbie Williams, en la que el artista británico elige representarse como un chimpancé y de la que se hablará en detalle el jueves que viene, fecha de su estreno.

La otra llega esta semana y tiene a un primate que no dice ni una palabra en 90 minutos, es de madera, mide unos 30 centímetros y apenas mueve sus bracitos para golpear el tambor que tiene entre sus piernas. Con solo eso le basta y le sobra para tener un peso central en la trama, en tanto cada movimiento es el preludio de una muerte. Puede ser la de alguien relacionado con quien lo acciona dándole cuerda, pero también la de cualquiera que ande más o menos cerca del protagonista de esta nueva visita al universo de los juguetes diabólicos –donde Chucky ocupa el panteón de honor– llamada, justamente, El mono.

Adaptación número mil de un texto de Stephen King, la película de Oz Perkins (el mismo de la infladísima Longlegs: Coleccionista de almas) va directo a los bifes, con un hombre vestido con un traje manchado de sangre (cameo de Adam Scott) yendo a vender el monito a una tienda de baratijas, no sin antes aclarar que no es un juguete y que es peligroso. Que sí, que no, hasta que el sonido los palillos opera como un aleteo de mariposa que desata una carambola cuyo desenlace tiene al dueño del local atravesado por una flecha y al hombre trajeado, incendiando a la criaturita con un lanzallamas. Corte hacia 25 años atrás, cuando encontramos a dos gemelos a cargo de una madre soltera (papá se fue a comprar cigarrillos y nunca volvió) que hace lo que puede y como puede. Los hermanos se llevan mal y uno verduguea constantemente al otro. El escenario doméstico se vuelve aún más conflictivo luego de que aparezca una misteriosa caja con el mono a cuerda en su interior.

Un par de vueltas, golpes al tambor y comienza la faena. La primera que cae es una niñera, por obra y gracia del cuchillo de un cocinero. Después mamá y más tarde a la tía, que termina con la cara llena de anzuelos, prendida fuego y estrolada contra la punta de un cartel. Un disparate que la película, montaje mediante, se toma como tal. Porque El mono no es tanto una película de terror como una comedia de impronta satírica que toma prestados algunos de los elementos del género.

Hay un evidente placer en dejar volar la inventiva a la hora de imaginar muertes absurdas, crueles, tan imposibles como que una estampida de 67 caballos deje al tío de los chicos hecho puré en una bolsa de dormir mientras acampa. Casi que ningún personaje importa más allá del “accidente” que le toque en la ruleta. Tampoco los motivos de lo que está ocurriendo. Una operación que recuerda a las últimas entregas de Destino final, cuando se alejó definitivamente del terreno del suspenso para entregarse a una cacería en loop.

Pero El mono, sobre el tercio final, deja de parecerse al mono. Si el segundo es impiadoso y efectivo, la primera se muerde la cola utilizando al juguete con una herramienta para saldar las viejas rencillas entre los hermanos, a los que no les vendría nada mal un par de sesiones de terapia conjunta. Tanto mejor eso que cortarle las alas a una película cuyo desparpajo deviene en un vuelo rasante por la psicología barata. 

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