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El viernes a la noche, en las Sierras de Córdoba, seguían apagando los últimos focos de incendio brotando desde las raíces encendidas y de las cenizas en rojo que, sopladas por los fuertes vientos, podrían avivar cualquier brasa. Y el sábado todos siguieron en alerta: las altas temperaturas y los vientos son las combinación ideal para romper la tensa calma. Y algunos focos se reavivaron en Capilla del Monte. La población ha quedado agotada y Página/12 dialogó con habitantes de distintos pueblos sobre las historias vividas y el contexto que permitió esta desgracia ecológica con dos patas: lo climático y la falta de control estatal.
Capilla del Monte estuvo rodeado
Desde hace 22 años, Silvia Ferreira vive en Capilla del Monte y su casa estuvo amenazadao por las llamas, a 200 metros: “yo pasé por muchos incendios aquí y en lo que coincidimos todos, es en la magnitud casi sobrenatural de este último. Llegamos a estar tres días sin dormir; emocionalmente, toda la gente hizo mucha fuerza, pero estamos quebrados. Una persona vio morir a todos sus caballos en su emprendimiento, que lo perdió: no sabés como lloraba ese hombre, se le quemaron adelante de él. En el campo los animales no tienen para comer, tampoco la fauna silvestre. En pleno incendio te da mucho pánico tener que hacer una evacuación preventiva. Y creemos que esto fue totalmente a propósito, pero no por los paisas que están agarrando, porque como decimos acá, un gaucho a caballo no anda con un bidón de nafta. Entonces hay mucha mala información. También decirte que nos sentimos abandonados, totalmente abandonados, porque el Estado no mandó lo que tenía que mandar, el Estado de Córdoba no tomó la dimensión en el momento que la tenía que tomar, que fue la noche de la madrugada del jueves de la semana pasada. Esto ya estaba desmadrado por un tema de clima. El viento fue muy agresivo. En el pasado Estado nacional mandó colchones, comida, bidones de agua. Acá no han mandado un solo bidón de agua. Estamos con la cabeza quemada. Ahora nos cuesta dormir. De repente son las 5 a.m. y estás dando vueltas en la cama, tenés pesadillas. Y si fue duro para nosotros que atendimos el fuego desde afuera, imaginate lo que hicieron las cuadrillas de ciudadanos comunes subiendo el cerro con bidones en brazos, apagando con chicotes de tela, de goma mojada, con baldes. Esa fue la constante y cuando pudimos dormir un rato, fue porque esa gente nos cuidó la espalda, nos cuidó el sueño. Era gente sin la ropa adecuada que enfrentó el fuego y no ocurrieron tragedias de casualidad. Todo el tiempo nos llegaba información por el teléfono, que se quema acá, que se quema allá, que hay que ir a Las Gemelas, que hay que ir a Los Terrones, a Ongamira, a San Esteban, Los Cocos. Imaginate la desesperación. Yo rompí la camioneta de tanto ir para allá. Porque ya la gente no se preocupaba si se le quemaba la casa: era salvar la vida. Y vuelvo a repetir: los animales. Tenés el caso de Alan, que salvó la casa de sus padres en Quebrada de Luna y la del vecino, más un montón de casas más con su grupito de brigada de cinco; de a poco, le pudimos comprar a él la mochila que se llevan los brigadistas, zapatos: porque se les han quemado los zapatos de goma. Tengo una amiga que cayó de rodillas apagando el fuego, se quemó las manos y las rodillas en San Esteban. Y pedimos que se investigue la ETAC --Equipo Técnico de Acción ante Catástrofe-- porque hay muchos audios e imágenes que son sumamente sospechosos, hubo camiones contra incendio que no tenían agua. Entre los damnificados estuvo Maximinio Santiago Luna --Don Santi-- conocido en Punilla norte por vender peperina en la Ruta 38. Hoy no puede trabajar, cría 4 nietos porque su hija falleció y necesita ayuda. Y después está lo del presidente; bueno, yo ni quería que bajara; pero estaban todos los bomberos apostados ahí, y no bajó ni a saludarlos. Le regaron el suelo y no se dignó a pisar ese suelo. No sabés el dolor. ¿Cómo habrán quedado esos bomberos ahí esperando cuando ellos estaban arriesgando la vida y que los dejen esperando? Eso fue indignante. Dejaron de apagar el fuego por un rato para recibirlo. Y encima tenés que escuchar que este hombre retuiteó algo diciendo que los que prendieron fuego son los K.
Causas y azares
Federico Fumiato es Concejal de Capilla del Monte por Vamos Capilla, integrante del Movimiento Verde Cordobés y periodista, coordinador de la Diplomatura en Ordenamiento Territorial para la cuenca del Río Dolores-San Marcos. Luego de pasar ocho días en el fuego, acompañando y combatiéndolo, declaró a Página/12: “fueron ocho días que fueron una larga noche en realidad, sin días ni noches. En el Valle de Punilla, La Cumbre, Los Cocos, San Esteban, Capilla del Monte, Charbonier y San Marcos fueron los municipios más atacados por el fuego. Y somos las localidades que coinciden exactamente con la sub cuenca hídrica, que es una biorregión, una unidad mínima ambiental sobre la que nos sostenemos compartiendo el río y un cordón serrano. Este es un ecosistema completo que quedó dañado profundamente. No tenemos certezas sino hipótesis. Hay dos detenidos que no participaron del incendio original, sino que ellos estaban prendiendo mientras nosotros ya estábamos tratando de apagar el fuego en los barrios cerca de Capilla del Monte. Acá tuvimos un incendio inicial en San Esteban. En esa zona, hace dos meses que el intendente y los vecinos vienen denunciando que hay incendios intencionales todos los días, que se venían apagando con los bomberos y la Justicia no venía actuando. De hecho fue una denuncia pública: los intendentes se tuvieron que reunir con la fiscal para pedirle que investigue. El problema es integral y la Justicia acá tiene una responsabilidad específica. Nosotros estábamos demarcando las zonas de protección para planificar el futuro de la cuenca y un día antes de presentar el plan, se nos incendia toda la cuenca. Son estudios hechos por las universidades, por el INTA. Este es un problema repetitivo: si uno toma el mapa de los incendios de los últimos 15 años en las sierras de Córdoba y le superpone un mapa nuevo, verá que los emprendimientos inmobiliarios que han surgido, se superponen como en un calco con los incendios anteriores. Ahí verás barrios privados, autovías. La Rioja tiene un clima parecido, más seco aun pero con la misma vegetación, y no se incendia. Nuestras cuencas hídricas en las sierras son muy frágiles, no tenemos agua como ustedes con el Río de la Plata y el Paraná: dependemos de las lluvias que se acumulan al pie de monte en las sierras por la retención que genera el bosque nativo. Cuando eso no está, no tenemos agua. Y si no está el bosque nativo, se nos vienen las inundaciones porque no se retiene el agua. La fragilidad con la que ha quedado todo el territorio es muy grande, al borde de la inviabilidad ecológica. Ahora tendremos que restaurar toda una cuenca, lo que se pueda del bosque nativo, las reservas que teníamos quedaron como Plutón. Esto en el contexto de un presidente de la Nación que redujo toda la parte ambiental a cero y no cree en el cambio climático, ni siquiera tenemos Ministerio de Ambiente: hoy el área pertenece a una Secretaría de Deportes que tampoco se hizo presente: Scioli ni se acercó ni mandó recursos, no les interesa todo esto. También se está perdiendo una fauna entera. Ni les interesa por el lado del turismo, otra área a cargo de Scioli. Esa es nuestra industria. Se nos quemó nuestra fábrica de agua: sin paisaje, sin ríos, sin bosques, no tenemos nuestra industria. Fueron más solidarias las provincias que Nación: Kiciloff mandó dos helicópteros y también La Rioja mandó ayuda”.
Fuego en La Cumbre
Vivi Gilligan vive en La Cumbre y cuenta que no estuvo en la línea de fuego pero lo vio cerca desde su casa, tras la montaña, durante días: “mucho humo y lluvia de cenizas con todo listo en el auto para evacuar con mis hijos, en alerta constante y turnos para dormir. Teníamos amigos evacuados de San Esteban alojándose en casa, mientras iban hasta allá a tratar de salvar su casa con vecinos y bomberos. Fueron cinco días de mucho stress y solidaridad. Yo veía resplandor atrás del cerro que está pegado a mi casa; y más a lo lejos, en varios puntos: el cielo estaba rojo... muy impresionante. Y si dormíamos era por turnos de tres horas; éramos yo y mi amiga que estaba evacuada con su niños en mi casa. O si nos dormíamos las dos, cada tres horas me despertaba para ver qué no estuviera el fuego cerca, o se hubiera iniciado un nuevo foco. Hubo tensión, el viento fuerte y cambiante era muy peligroso. Estábamos comunicadas con el marido de mi amiga que estaba en San Esteban en el fuego, organizábamos que le llegara ayuda de brigadistas civiles y de los bomberos, que les llegaran refuerzos de agua y chicotes”.
Santiago Solfanelli es miembro de la Brigada Forestal Chavascate en Aguadero –Valle de Punilla-- y cuenta que incendio duró alrededor de 6 días y hubo “mucha gente trabajando mancomunadamente, bomberos, brigadas, ETAC, Defensa Civil. Somos un grupo de vecinos y vecinas organizados, capacitados y formados con el objetivo de colaborar en prevenir y combatir incendios forestales, tenemos 8 años de acción en el campo; somos enfermeros, docentes, constructores, todo tipo de gente dentro en la brigada que deja su vida contra los incendios. En estos días se ve mucho el poder del fuego, es un paisaje impresionante, ni bueno ni malo. El fuego es un tremendo elemento, transformador y a la vez, se ve el poderío de la comunidad, el amor, la pasión que se le pone a esta actividad, te pone la piel de gallina verlos llevar adelante una estrategia. Por otro lado es sumamente frustrante, porque es algo muy grande y casi siempre termina ganando el fuego. Vos podés estar un día, dos días, tres días trabajándolo y de repente, te das vuelta y explota por algún lado y todo el trabajo está deshecho. Pero al volver a la base al cuartel te encontrás con tus pares que te están esperando con un guiso, con un mate, y ya estamos pensando en el mañana para salir de vuelta y ver por dónde podemos entrar, por donde podemos atacarlo, cuál es la estrategia, quién se va a quedar en el móvil repitiendo mensajes y trasladándolos a la base para darle un poco de información a los familiares. Somos una asociación civil autogestionada, nos recibimos apoyo de gobiernos. Sí hacemos algunos convenios con privados y estamos en tratativas con el municipio.
La furia del Uritorco
Sergio “Kenchu” vive en Capilla del Monte, en el barrio Valenti, uno de los primeros afectados: “El fuego cruzó la ruta por el viento, empezó a ascender por el Cerro Las Gemelas; a la noche llegó a la cima del cerro y empezó a descender por el cambio del viento, bajando para el barrio donde estamos. La primera noche fue un caos. Llamas muy altas, viento muy fuerte, los bomberos ya estaban desde la mañana. Destaco el trabajo de los bomberos, desde los más chicos afrontando la situación con las autobombas y el coraje que le ponen. Todo el tiempo trabajando, nueve días con reinicios. La noche que empezó a bajar el fuego llegó a la madrugada a las primeras casas y los bomberos pudieron controlarlo, lo desviaron del monte. Salvaron cuatro casas pero seguía bajando. Después no pudieron frenarlo y quemó una casa. Al día siguiente nos sorprendíamos con fuegos nuevos tomando jardines de las casas, todo un descontrol, bomberos por todos lados, policías, ETAC, brigadistas vecinos. Ya el fuego había tomado varios cerros y el viento era muy fuerte. Una vez que los bomberos hacían la parte fuerte, íbamos nosotros con baldes a colaborar con vecinos que se les habían quemado parte de las casas, una cabaña que se quemó íntegra. Hacíamos cadenas humanas con baldes, íbamos apagando lo que podíamos. Al tercer día lo mismo, ya controlando un poco más los reinicios. El fuego continuó por otros barrios, cruzándose al otro lado de la ruta y se empieza a ir para el sur, para el lado de Dolores, San Esteban, Los Cocos, La Cumbre. En los días siguientes se desmadró para todos lados. Hasta el viernes pasado hemos seguido subiendo agua. Reapareció uno grande y lo controlaron con la avioneta. Nosotros seguimos subiendo agua a pie en bidones hasta el pie a una reserva que se quemó. En nuestro barrio se iba reiniciando constantemente. Al no haber lluvias, la única forma es pala, dar vuelta la tierra y agua. Estuvimos más de una semana subiendo agua al cerro. Estamos sin una prueba concreta pero sabemos muy bien de que esto se no genera por una cuestión natural: no hubo rayos, no hay nada que dé en la situación para que el foco se inicie solo. Entonces siempre atrás de estos focos recurrentes en los últimos años, hay un inicio que es humano. El de 2020 arrancó en el basural de Capilla del Monte y terminó siendo uno de los más devastadores de la historia. Este de ahora es similar por la cantidad de hectáreas quemadas. Quiero destacar la unión de la gente comprometida en salvar el monte, en salvar a un vecino. Era todo un barrio trabajando contra el fuego que llegó a dos cuadras. La situación era extremadamente tensa y angustiante, todos estaban con las mochilas preparadas para evacuar. En las partes de más arriba se evacuaron algunas familias, en el barrio de al lado también. Hubo cuatro días seguidos de tensión extrema, tres noches sin dormir y durante el día salíamos a recorrer con el auto los barrios para ver hasta dónde estaba bajando el fuego. En cualquier momento teníamos que salir corriendo. Hasta el día de hoy ningún representante de la municipalidad se hizo presente en el barrio”.
En el Valle de Calamuchita
Juan Rapi vive en Villa Berna y es miembro del Cuartel de Bomberos Voluntarios de Villa General Belgrano: “el incendio fue muy grande y muy difícil de parar. Estuvimos trabajando sobre flanco izquierdo que, con los cambios del viento, se hacía muy difícil. Hicimos un contrafuego desde un arroyo hacia el fuego principal. Esto implica estar al cuidado del mismo con chicotes, sopladoras, rastrillos, motosierras y una bomba portátil que abastecíamos desde el mismo arroyo. Se hizo lo que se pudo... quizás a veces por el caos y la magnitud, se perdía coordinación y la comunicación que es muy difícil en la montaña. Había muchísima madera combustible bajo un pinar y eso produce mucho fuego; la única forma de detenerlo es esperarlo donde esté más débil, generalmente haciendo un fuego táctico o buscando una calle o lo que sea a nuestro favor. Mi percepción personal es bronca porque fue totalmente intencional. No me siento un héroe, simplemente es un trabajo voluntario muy profesional y sí, es duro. Pero se hace generalmente en silencio, a la par del fuego y con tu dotación.
La mirada estretégica
Pablo Riveros es Director de Ordenamiento Territorial del Ministerio de Ambiente y Economía Circular de la Provincia de Córdoba y declaró a Página/12 que “siempre hay alguna intencionalidad y todos los fuegos tienen que ver con actividades antrópicas del ser humano. De hecho, seis días antes de que se iniciara el fuego, hay unas declaraciones del presidente de la Sociedad Rural de Jesús María culpabilizando al ordenamiento territorial y al bosque nativo como fuente de combustible de los incendios. Podría decirse que casi hizo una interpretación de que hay que sacar todo el bosque para que no se prenda fuego. Y después hay una realidad: las Sierras de Córdoba son una zona de fuertes intereses inmobiliarios y la zona del noroeste tiene una presión muy fuerte de la producción ganadera y de la Mesa de Enlace. Por lo tanto hay un avasallamiento y un embate fuerte contra la Ley de Ordenamiento Territorial del bosque nativo. Y eso se da al mismo tiempo que los incendios. También es verdad que existen actividades totalmente irresponsables que tienen que ver con la quema de ramas o asados al costado de un río o en lugares donde no se puede hacer eso. Y también existen piromaníacos. O sea, no hay en estos casos una causa explícitamente intencional y nadie a quien uno pueda acusar de que trabaja para un determinado proyecto inmobiliario, pero es la realidad y es lo que elocuentemente se ve en las sierras.