¿Por qué con Trump crecerá el antisemitismo?

hace 2 day 1
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Las protestas que tuvieron lugar en Montreal el 22 de noviembre, cuando se realizaba la asamblea parlamentaria de la OTAN, junto con el hostigamiento contra los seguidores de un equipo de fútbol de Israel ocurrido en Ámsterdam en la noche del 7 al 8 de noviembre, estarían definiendo los contornos de una nueva geopolítica del antisemitismo.

Se trata de un fenómeno de alcance global que excede las simples protestas contra el gobierno de Benjamin Netanyahu, en Israel, y que vuelve a situar el rechazo a los judíos como un elemento de creciente y preocupante importancia en buena parte de las naciones occidentales.

El ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre de 2023 (del que todavía hay más de medio centenar de rehenes) y, más aún, la ofensiva israelí contra la población palestina en Gaza, profundizaron el notorio aumento del antisemitismo que se produjo durante la pandemia del Covid 19 y que señaló a la población judía como responsable de la propagación del virus, así como también de la producción y venta de las vacunas para combatirlo. Varias investigaciones académicas y periodísticas abordaron el desarrollo de la judeofobia, especialmente, entre 2020 y 2021.

Diferentes estudios, de organizaciones judías como de entidades como la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, dieron cuenta del crecimiento exponencial del antisemitismo en los países del Viejo Continente, incentivados por una creciente precariedad económica y por dificultades para conseguir o mantener el empleo, pero también por un discurso que sitúa a los judíos (junto con los extranjeros y los musulmanes) como los responsables de esta crisis.

Así, para mayo de 2024 se informó de un aumento del 800% de los incidentes antisemitas en Suecia respecto del año anterior, así como de una suba del 680% en España, un crecimiento del 450% en los Países Bajos, del 442% en el Reino Unido y del 433% en Francia.

En cuanto a Estados Unidos, los informes de incidentes antisemitas, como los recogidos por la Liga Antidifamación, informan sobre más de 10 mil incidentes desde el 7 de octubre de 2023 hasta el 24 de septiembre de este año, en un aumento de más del 200% respecto al período 2022-2023. De hecho, es el número más alto desde que la ADL comenzó a rastrear estos incidentes en 1979.

Los números son suficientemente elocuentes sobre el fortalecimiento de una conducta a la que se pretendió desterrar después de la última guerra mundial pero que, sin embargo, se encuentra enraizada en la historia y la cultura de Occidente.

La desproporcionada reacción del gobierno de Netanyahu contra Gaza, que habría dejado hasta el momento un saldo provisorio de 45 mil muertes, suele ser utilizado como un factor de legitimación de acciones y protestas que, desde un inicial antisionismo, suelen derivar hacia críticas más amplias contra la población judía local, sin relación directa con la que habita en Israel.

Más allá de las críticas, hoy el antisionismo se presenta como un “antisemitismo políticamente correcto”, que no sólo no merece censura, sino que hasta puede ser saludado vivamente, tanto desde sectores de la derecha como también de la izquierda.

En este sentido, y a diferencia de lo que ocurría en tiempos recientes, en que la judeofobia era expresada por grupos y organizaciones sectarias y marginales, hoy este renovado antisemitismo suele tener un carácter abierto y desinhibido, no sólo en las redes sociales sino principalmente en el espacio público, en calles, plazas y, de manera novedosa, también en los campus universitarios.

En las universidades, el antisionismo se ha convertido en un “mainstream”, un indicador de lo que se supone conveniente y por el que se justifica la ruptura de lazos con centros académicos y científicos de Israel, a los que se responsabiliza como “cómplices” de la ocupación y de la violencia contra los palestinos, más allá de la alta proporción de estudiantes y profesores árabes en ellos.

El antisemitismo se expresa actualmente de múltiples maneras que van desde el acoso a las agresiones verbales, incluyendo daños a entidades judías y distintas formas de violencia física, contemplando un creciente número de heridos y asesinados en ataques y atentados, principalmente, en países como Francia y Estados Unidos.

Pero es en las redes sociales donde los discursos de odio se manifiestan más claramente, en medio del anonimato y del desborde que suelen imperar en este tipo de registros. En todos los casos, se culpa a la víctima por conspiraciones infundadas, por recurrentes crisis económicas y sociales, por su presunta vinculación con organizaciones financieras y políticas y, últimamente, por la violenta arremetida contra los palestinos por parte del gobierno de Israel.

En buena medida como resultado de la tolerancia de las autoridades gubernamentales (y, a veces, también de su eventual complicidad), hoy el antisemitismo resulta incorporado, normalizado y finalmente legitimado en la vida política y, sobre todo, en la cultura popular. A punto tal que la judeofobia sufre un proceso de aislamiento frente a otras formas de racismo y discriminación.

En la actualidad, buena parte de la geopolítica del antisemitismo está conformada por la agenda internacional de los gobiernos aliados y de derecha que respaldan a Netanyahu, quien se presenta como víctima de una conspiración antijudía, supuestamente incentivada por la Corte Penal Internacional. El antisemitismo es un concepto cargado de sentido político y atravesado por relaciones de poder, fácil de utilizar, pero aún más, de manipular y desvirtuar.

Los proyectos de Donald Trump en Medio Oriente para su próximo gobierno, entre los que se cuentan la agudización de la crisis en Gaza, el reforzamiento de la ultraderecha en Israel, la reocupación de Cisjordania, y eventualmente, un ataque a Irán por medios militares, prefiguran una nueva escalada del antisemitismo a nivel global, incentivada además por una ultraderecha que, por intereses oscuros, hoy no duda en proclamar su amistad con los judíos, pretendiendo reescribir la historia y borrar un oprobioso pasado construido en torno a la discriminación y la judeofobia. 

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