¿Por qué a las nuevas generaciones les atrae el mundo de las criptomonedas?

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A partir del escándalo de $Libra y del tecno-optimismo con que el presidente Javier Milei intentó justificar su promoción de un negocio dudoso, se puso nuevamente en agenda el interés por las criptomonedas. Para quienes no forman parte de este mundo, comprender lo que sucede con jóvenes emprendedores que de la noche a la mañana pueden ganar un montón de dinero, es una tarea titánica. Sin conocimientos técnicos adquiridos en universidades y academias, bucean internet y rápidamente dan con influencers financieros, repasan tutoriales y, en poco tiempo y desde el celular, aprenden a especular, a jugársela, a apostar y ganar, y a apostar y perder. ¿Cómo se explica este auge de los activos digitales y el protagonismo de las nuevas generaciones en todo esto? ¿Por qué el escándalo con $Libra expone apenas la punta de un iceberg de problemas? En concreto, ¿qué puede aportar la mirada de la sociología al respecto?

Una primera hipótesis está a la vista: ante la precariedad, la volatilidad y la incertidumbre que ofrece el mundo, las nuevas generaciones exploran opciones que les permitan proyectar y proyectarse. Los activos digitales, protegidos por criptografía, parecen iluminar el camino en esta parte del siglo XXI. La plata ya no viene como recompensa del esfuerzo, sino que la plata solo sirve para ganar más plata. Es un dinero que no se puede tocar y que está revestido de un marketing feroz, programado para captar entusiasmos.

En diálogo con Página/12, el investigador del Conicet Ezequiel Gatto, reflexiona y brinda su punto de vista. “Muchos jóvenes creen que en la relación de las tecnologías y las finanzas se alojan sus posibilidades de vida. Las cripto, como las apuestas o la especulación, participan de eso que llamaría ecosistema fintech de imaginación de futuro”. Y continúa: “La fantasía de ser rico ha existido de diversas maneras a lo largo de la historia. Las critpo abonan la idea de tener mucho dinero, que podría servir para lidiar con la incertidumbre del mundo. Creo que en los jóvenes, querer ser rico puede tener que ver con esta suerte de promesa del dinero de gestionar lo incierto”.

Como dice Gatto, el sueño de hacerse millonario corre en paralelo a la historia del capitalismo. La lotería, el casino, ir a programas de televisión que reparten premios ostentosos o raspar un cartón para probar suerte, constituyen ejemplos más o menos glamorosos de un sentido similar. Sin embargo, con el mundo cripto se abre un nuevo paisaje de vértigo, adrenalina, triunfos y decepciones. Son jóvenes que exhiben adicción a internet y en el camino, se vuelven autodidactas que aprenden a leer tendencias y gráficos, cotizaciones y cifras.

Inversores amateurs, con internet, sin academia

Las nuevas generaciones ocupan un rol central en la intersección de los avances tecnológicos y los servicios financieros. No es casual que las criptomonedas se concentren en esta franja etaria, si se tiene en cuenta que se trata de nativos digitales: personas que se criaron con celulares en las manos. La pandemia de coronavirus, de hecho, fue el evento que impulsó este fenómeno, ya que el celular se convirtió en caja de pandora y habilitó un universo de posibilidades.

Soledad Sánchez, investigadora del Conicet y especialista en sociología de las finanzas, apunta: “En los últimos años cambió la relación de los jóvenes con las finanzas a partir de la llegada de las nuevas tecnologías financieras digitales. Eso hizo que cualquiera desde cualquier celular pudiera acceder a este mundo”. Luego destaca: “Lo que sucede con las criptomonedas se enmarca en el crecimiento de las inversiones financieras. En Argentina, se incrementaron exponencialmente, en particular desde la pandemia e impulsadas por el contexto inflacionario”.

Desde la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, Sánchez y compañía realizaron una encuesta para mostrar que la mayoría de las personas que invierte en plataformas digitales son hombres, jóvenes (sub-35) y que no necesariamente tienen formación en economía o finanzas. Realizada en 2022 a 820 personas mayores de 18 años y residentes del AMBA, concluyeron que 91 de los 471 encuestados que utilizaron aplicaciones financieras declararon haberlas elegido para comerciar con criptomonedas o realizar otras inversiones financieras. Entre ellos, una parte importante son hombres (68 por ciento) y jóvenes (el 59 por ciento tiene entre 18 y 35 años). Además, el 50 por ciento tiene niveles educativos bajos (12 años de educación o menos) y ocupaciones muy diferentes.

Como refiere este estudio, no se trata de expertos, sino de inversores amateurs; personas que se empapan de contenidos a partir de la lectura de blogs, de videos y de seguir a influencers financieros que comparten contenidos en YouTube y redes sociales. Las aplicaciones están tan bien diseñadas que democratizan el acceso de cualquiera a billeteras virtuales que traducen la complejidad del mercado. De manera subyacente, no obstante, hacen transacciones cuyos fundamentos teóricos la mayoría de los humanos no sabría muy bien cómo explicar.

Cuando se indagan las razones que expresan el boom de las criptomonedas, la principal explicación surge del contexto. “En Argentina, quienes se volcaron hacia las criptomonedas lo hicieron por una realidad inflacionaria; buscaban proteger el valor de los pesos, o incluso tratar de tener alguna ganancia, aunque sea marginal”, explica Sánchez.

En este sentido, ¿por qué volcarse al mundo cripto como una “salida estable” frente a la inestabilidad que planteaba la inflación si, precisamente, algo que se popularizó con el caso $Libra es que se trata de un mercado volátil? Sánchez resuelve la encrucijada: “Cuando uno mira los datos de las transacciones sobre criptomonedas en Argentina, más del 80 por ciento son sobre stablecoins, es decir, monedas de carácter estable. Monedas digitales cuyo valor suele estar atado al valor del dólar. Entonces, uno puede intuir que aparecieron complementando o suplementando el lugar de ahorro que tradicionalmente tuvo el dólar en el país”.

¿Éxito? ¡Aquí, ahora y sin esfuerzo!

Ganar plata fácil contradice el manual meritocrático moderno. El mandato de trabajar y estudiar una carrera universitaria para progresar ya no articula el imaginario colectivo, o al menos, perdió la eficacia que tenía antaño. Sin embargo, la culpa no es de los pibes: las instituciones de referencia que antes aglutinaban y representaban los intereses de las mayorías están en decadencia o son fuertemente cuestionadas, desde la iglesia, pasando por la escuela, hasta los partidos políticos y la justicia. Ni siquiera los bancos tradicionales se salvan, pues se convirtieron en entidades financieras que, según el imaginario del capitalismo actual, deben ser eludidas con transacciones que solo transcurren en el mundo digital.

Pablo Vommaro, docente e investigador de la UBA, Conicet y Clacso, vincula este escenario del presente con la proyección de futuro que tienen a mano las nuevas generaciones. “Hoy hay cierto modo de formular proyectos de vida, una configuración aspiracional de los jóvenes que se relaciona con una exigencia de éxito inmediato. El éxito equivale al éxito económico, a tener y a mostrar eso que se tiene”, sostiene.

Si bien, comenta Vommaro, podrían ser otras ideas de éxito como formar una familia, servir a la patria o desarrollarse profesionalmente, en la actualidad el sentido común se orienta en otra dirección. “El discurso hegemónico plantea, además, que el éxito económico hay que conseguirlo rápido, aquí y ahora, casi por arte de magia y con el menor esfuerzo posible; y que, además y sobre todo, corresponde a una responsabilidad individual”, observa.

Es una subjetividad, dice el especialista, que fue incorporada por una parte de las juventudes. “Es una minoría importante, muy visible, que expresa un sentido común dominante. Todo se magnifica con el mundo digital y las redes sociales, que condensan una temporalidad acelerada”. Y remata Vommaro: “Las derechas encarnan esta subjetividad del éxito económico inmediato y con poco esfuerzo”.

Si no se pondera el esfuerzo sostenido en el tiempo, por tiro de elevación, se cuestionan aquellas instituciones que en el pasado permitían lograr el ascenso social. No es casual que uno de los principales blancos de este sentido común sean las universidades y los organismos que reconocen y otorgan credenciales como recompensa al sacrificio. En el aula no se aprende a ser youtuber o trader, a operar con criptomonedas y a tener éxito en TikTok.

La fantasía anarcocapitalista

El mundo cripto es el resultado del descreimiento de los grandes relatos y el cuestionamiento de la regulación estatal. Invocan, comenta Gatto, un dinero capitalista privado, que ofrece imágenes antiestatales, que en el presente pueden resultar seductoras. Así lo refiere: “Es evidente que el capitalismo necesita del Estado para existir, pero hoy en día existe un discurso corporativo que busca oponerlos. Las cripto podrían tener otros usos y destinos sociales, más justos e interesantes, pero en tanto dinero político, predominan como expresión de un poder del dinero que quiere independizarse del Estado en pos de una utopía anarcocapitalista”.

En este marco, entre confusiones e incertidumbres, durante los últimos años creció el mundo de las criptomonedas, empujado por el furor de las fintech. El reflejo son esos jovencitos que muestran sus autos de lujo y ostentan los relojes que compraron gracias a saber cómo y dónde invertir. 

De hecho, este mundo es tan de los jóvenes que cuando los adultos buscan inmiscuirse, hacen macanas. Macanas que en realidad pueden esconder verdaderas estafas. Estafas que ponen en cuestión la propia gobernabilidad de una nación y que desangran a un Estado boicoteado desde sus propias entrañas. 

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